Sobre mí

No me preguntes qué hago aquí, en Madrid, pues ni yo mismo lo sé... Hace ya muchos lustros que decidí instalarme en esta ciudad de locos, donde durante los meses de verano, el sol derrite hasta las ideas.
 
Vendí el pequeño apartamiento que poseía en mi Birmingham natal, herencia de mis abuelos paternos, y junto con los escasos ahorros que atesoraba, abrí una coqueta librería de compra-venta en una estrecha y empinada calle del viejo Madrid. Fijé mi residencia en el piso de arriba. Corría entonces la década de los 70, y veintipocos eran los años que me separaban de mi nacimiento. El dictador acababa de fallecer y se auguraban tiempos de libertad.

Soy despistado, vegetariano, maniático del orden... Pocas cosas me asombran aunque muchas me emocionan, y rara vez me pongo nervioso. Ah, y tengo un don (o una tara, según se mire): veo seres imaginarios. Sí, eso he dicho, seres oriundos de un lugar sin fronteras, el llamado mundo de la imaginación, conformado por infinitos países, cada uno de ellos regido por su propia magia.

Sé que no soy el único, muchos otros también los ven, quizás sea usted uno de ellos... Yo los divido en tres grupos:

El primero está compuesto por quienes piensan que esos seres que se les aparecen son fantasmas. Espíritus de personas que un día estuvieron vivas y que ahora se encuentran atrapadas en una especie de limbo, en espera de resolver algún asunto pendiente para poder viajar definitivamente al más allá. El miedo les hace huir de ellos como de la peste.

El segundo grupo es el de los que se creen locos. La sociedad los llama enfermos mentales, esquizofrénicos... Los que se dejan convencer, se alejan de los seres imaginarios mediante una medicación que cierra todas sus percepciones.

Por último, el tercer grupo es el conformado por aquellos que los ven pero no saben que los ven. Creen que los inventan. Se trata de los escritores y demás colectivos de creadores.

Todos ellos, al igual que yo, no son más que mentes receptivas con resquicios abiertos al mundo de la imaginación. Son un vehículo sobre el cual los habitantes de ese fabuloso lugar traspasan su frontera y se plantan en la realidad. La diferencia es que mientras que casi todos ellos los ven como seres inexistentes, sin entidad real (llámense fantasmas, alucinaciones o personajes), yo creo en ellos. Por desgracia, hay demasiadas personas pretenciosas y estrechas de miras que consideran que todo aquello que se escapa a su mundo, a su pequeño planeta azul, no existe.

Algunos de estos seres imaginarios se encuentran entre nosotros porque, debido a un error de cálculo, han perdido el camino de vuelta. Otros desearían convertirse en personas de carne y hueso, y permanecer para siempre anclados a nuestro mundo. Los hay que solo quieren curiosear, explorar, conocer o simplemente contar sus historias a todo aquel que guste de escucharlas... A veces me piden favores. Y si puedo, los ayudo. Me satisface cumplir sus deseos.

No me casé nunca, no tengo descendencia. Podría decirse que estos seres han sido mi única familia a lo largo de los años. Con este pequeño cuaderno de bitácora quiero rendirles un merecido tributo, dejar constancia de su paso por nuestro mundo, contar sus historias y dotarles de existencia.

¿Te gustaría venir conmigo? Pues prepárate, que aquí comienza el viaje.

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